Por Vanesa Armesto*
El comienzo de año trajo subas del dólar paralelo. A la par con la inflación que no logra dominarse. Esto genera una mayor depreciación de la moneda local, haciendo que la convivencia entre ambos se torne cada vez más difícil.
Al cierre del 2021, el INDEC informó una inflación del 3,8%, alcanzando un acumulado del 50,9%. De esta manera se posicionó como la segunda inflación más alta de los últimos 30 años, detrás de aquel 53,8% que marcaba el caos económico del 2019.
La cifra del año anterior, a su vez, fue un 14,8% superior al del 2020, una inflación que solo logró bajar por la ayuda de la pandemia.
De todas maneras, Argentina no está sola en esta batalla. En esta oportunidad, las economías de diferentes países mostraron también incrementos históricos en su inflación. Como es el caso de Estados Unidos, que alcanzó el 7%, el nivel más alto en los últimos 39 años; Brasil, un 20%; y México, el 18%.
Estos valores, además de ser bastante inferiores a los de nuestro país, están ligados al reacomodamiento económico forzado por la irrupción del coronavirus.
El gran problema de la economía local reside en que tenemos una de las inflaciones más altas del mundo, y que a diferencia de lo que ocurre con otros países, nuestra inflación no es estacional, producto de la pandemia, sino que es una variable constante, que se traslada de gobierno a gobierno, para la cual aún no hemos encontrado el antígeno.
La secuela más grave es la devaluación que se produce en la moneda local. El peso argentino pierde su valor ante el crecimiento de la inflación, y el nivel adquisitivo se desvanece mes a mes, dando como resultado a la incertidumbre que gana terreno.
Ante esta incertidumbre, cobra mayor fuerza el dólar. La inseguridad que genera una economía tan inestable y sin sustento, provoca que los ahorros, o cualquier cifra de dinero se conviertan a la moneda extranjera para resguardar su valor.
Esta demanda eleva el valor del dólar. En lo que va del año ya batió un nuevo récord al tocar los 219 pesos argentinos; de esta manera tuvo un alza de 11 pesos argentinos con respecto a su mayor cotización, generando una brecha mayor al 100%.
Una economía que en la práctica está dolarizada atropella por completo a la moneda local, despreciando casi al 100%.
A modo de ejemplo, el billete de 1.000 pesos argentinos sufrió una devaluación del 92,1% desde su creación en 2017. Si se lo compara con su equivalencia en dólares, necesitaríamos casi 5.000 pesos argentinos para poder comprarlo.
El mayor damnificado de este escenario es la clase media, que hoy se ve cada vez más reducida. Históricamente siempre fue la encargada de mantener un mercado activo.
El mercado inmobiliario se encuentra en una convivencia conflictiva entre el dólar y la inflación. Esta pésima relación económica genera una brecha muy amplia, que imposibilita ver una reconciliación a futuro.
En este contexto, el pensar en adquirir una propiedad se torna cada vez más difícil y en muchos casos imposible. Estamos en un punto en el que no solo está afectado el nicho de las ventas, sino que incluso los más damnificados son quienes tienen que alquilar una vivienda.

*Vanesa Armesto: Editora periodística de Real Estate Data. Periodista y Corredora inmobiliaria matriculada de Cucicba. Matrícula 1413. Con una trayectoria de 20 años en el mercado inmobiliario. vanesa@realestatedata.com.ar