Por Vanesa Armesto*
Estamos promediando el primer mes del año. Enero suele ser un momento de cautela, en donde ponemos pausa a la vorágine, para analizar desde dónde arrancamos a transitar el camino de este 2022 que está iniciando.
El cambio de año y todas las expectativas de este momento, en la práctica, no son más que el día siguiente. En definitiva, nada puede cambiar de un día para el otro.
Enero, además, tiene ese condimento especial que es una especie de relajación que se genera después de las fiestas, el cansancio del año que se terminó. Es como un parate necesario para después encarar todo lo que nos viene por delante.
Se suele decir que el año comienza en marzo. Es decir que enero y febrero son la previa, la preparación de lo que vendrá.
¿Y qué podemos esperar de este 2022? Para responder esta pregunta primero hagamos un repaso de dónde venimos.
Tenemos un mercado dentro del nicho de las ventas, que, durante estos dos últimos años, manejó dos constantes, un engrosamiento del stock y una baja de precios.
En un contexto con escasas operaciones mensuales, tocando los mínimos, los valores de las propiedades en CABA mostraron una depresión mensual que encontró un freno el último bimestre del año pasado.
Las propiedades vienen sufriendo bajas de valor desde inicios de 2019. Las principales causas que no generan demanda son: las fluctuaciones permanentes del dólar, la inflación disparada, las dificultades para acceder a la moneda extranjera, y la falta de crédito.
Todo esto genera un mercado incierto, que alejó a muchos inversores y ahorristas. Las razones están a la vista, no es un mercado atractivo por los números, la rentabilidad y la inseguridad que genera. La famosa ecuación costo-beneficio da negativo.
Teniendo esta base, el 2022 debemos pensarlo como un año de definiciones, de concreción, de poner en práctica todo lo aprendido, de dejar y cambiar todo lo que frena el mercado. Es un año de acción, donde ya no hay más tiempo que perder. Perdimos un tiempo valiosísimo, nada que podamos comparar con estos años puede ser peor.
Es un año para aprovechar lo que la crisis deja, bajos precios, que ya en su mayoría están en un piso, una diversidad de unidades enorme para elegir, costos bajos en los emprendimientos nuevos, que aún siguen en los pisos históricos, los beneficios de acceder a la compra en pozo aprovechando la brecha que se generó.
Necesitamos al inversor, no solo como activación del mercado y para generar continuidad de stock, sino también la sociedad lo necesita. El déficit habitacional cada vez es mayor, y si le restamos inmuebles en alquiler y, a su vez, no ingresan nuevas propiedades, estamos ahondando un grave problema que, a medida que pase el tiempo, solucionarlo va ser más difícil.
Tenemos un mercado rico en cuanto a las posibilidades y las revanchas que siempre ofrece. Hay que volver a instalar al ladrillo como refugio de capital. Hoy el mercado es casi exclusivamente del consumidor final, el inversor quedó rezagado. El recuperar esa pieza fundamental del mercado va a depender de las decisiones que se tomen para incentivar la inversión nuevamente.

*Vanesa Armesto: Editora periodística de Real Estate Data. Periodista y Corredora inmobiliaria matriculada de Cucicba. Matrícula 1413. Con una trayectoria de 20 años en el mercado inmobiliario. vanesa@realestatedata.com.ar